miércoles, 27 de marzo de 2019

Reflexiones sobre la despoblación y la planificación territorial en España

Se prevé que en los próximos años, áreas metropolitanas importantes como Madrid o Barcelona continúen incrementando su población a un ritmo elevado, nutriéndose principalmente de otras zonas de España. La población y la actividad tienden a concentrarse en busca de aumentar las oportunidades laborales, tener acceso a más servicios (sanidad, educación, ocio, etc.), a mejores infraestructuras y comunicaciones. Sin embargo este fenómeno acarrea importantes deseconomías de escala y pérdida de competitividad a largo plazo. Entre esos efectos negativos podemos encontrar fuertes desajustes en el mercado de la vivienda, incapacidad de las redes de transporte urbanas para absorber la demanda de viajes o alto impacto de la actividad y la población sobre el entorno.

Respecto de este tema, recuerdo de la clase de urbanismo un ejemplo sencillo propuesto por el profesor que ilustra muy bien el fenómeno. Supongamos una playa de longitud 100 metros en la que hay dos heladeros vendiendo helados (Figura 1). Si los bañistas se reparten homogéneamente a lo largo de la playa, uno de los heladeros se situará a 25 metros de un extremo y el otro heladero se situará a 25 metros del extremo opuesto. De esta forma, a igualdad de precios, cada heladero tendrá como potenciales clientes a la mitad de los bañistas de la playa. Entonces uno de los heladeros puede decidir acercarse al centro de la playa para ganar potenciales clientes a costa del otro heladero. Como respuesta, el heladero que se vio perjudicado, también acercará su posición hacia el centro para recuperar el mercado perdido. Mediante esta estrategia, ambos heladeros acabarán ubicándose en el centro de la playa para protegerse de los movimientos de la competencia. El balance de estos movimientos es esclarecedor: el mercado de potenciales clientes es de la mitad de la playa para cada heladero tanto al inicio como al final. No obstante, la distancia media que recorren los bañistas para adquirir un helado pasa de ser 12,5 metros al inicio a 25 metros al final. Esto a su vez puede provocar incluso que los bañistas se concentren en el centro de la playa para tener mejor acceso a este servicio, o también la entrada en escena de nuevos heladeros, que análogamente acabarían por asentarse en el centro de la playa.

Figura 1. Esquema de la playa y los vendedores de helados.

De este ejemplo se desprende es necesaria la intervención de la administración en la planificación territorial para corregir los desequilibrios. Por el contrario, la doctrina liberal afirma que el propio sistema reacciona de forma espontánea corrigiendo los desequilibrios. Aún suponiendo que esto fuera cierto, en el tiempo que tardaría el sistema en corregir estos desequilibrios, se producirían profundas desigualdades territoriales. Actuando de manera planificada se pueden corregir mucho más rápido, atajando las desigualdades.

Sin duda, la población seguirá a la actividad y no al revés. Por tanto, el camino a seguir debe buscar fomentar la actividad como polo de atracción de la población. En este sentido, pueden plantearse distintas estrategias de actuación para promover la vuelta de la actividad a zonas despobladas. Desde las medidas para incentivar la actividad en las zonas deprimidas hasta medidas para desincentivar (aceleradamente) el crecimiento de la actividad en las zonas de elevada concentración.

Las primeras pueden tener efectos beneficiosos en el corto plazo, tornándose en autocomplacientes si no se asegura la continuidad de la actividad. Se necesita dotación de infraestructuras y servicios, así como formación de personal cualificado, es decir, proporcionar ventajas competitivas. En ningún caso pueden basarse en subvenciones sin retorno (entiéndase en un sentido socio-económico), puesto que más tarde o más temprano, fracasarán (ejemplo).

Por el contrario, desincentivar el crecimiento de la actividad en las zonas de alta concentración o incluso incentivar la deslocalización de la actividad hacia zonas más deprimidas son medidas tan duras como necesarias, no exentas de otros riesgos. Es por ello que sus potenciales efectos adversos deberían ser cautelosamente estudiados. Primero, estas medidas podrían ahuyentar oportunidades de inversión y creación de riqueza necesarias que sólo son viables bajo condiciones muy determinadas. Por otra parte, la deslocalización podría también fácilmente producirse no ya hacia otras regiones sino incluso hacia otros países. Sin embargo, esto podría ocurrir igualmente si no se toman las medidas oportunas.

Como conclusión, es necesaria una estrategia nacional de planificación territorial que cambie la tendencia de los movimientos migratorios, impulsando la actividad económica fuera de las grandes aglomeraciones urbanas. La administración debe intervenir antes de que el problema se agrave para evitar la pérdida de competitividad del tejido productivo y garantizar la calidad de vida de los ciudadanos a través de una distribución más homogénea de la población.